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Se calcula que mientras estamos despiertos pasan por nuestra mente 50.000 pensamientos, que alrededor de 14 horas diarias ocupamos nuestra mente en el diálogo interno y que un 80% de ese diálogo interno son pensamientos y afirmaciones negativas.

La buena noticia es que esos pensamientos y afirmaciones muy probablemente no se corresponden con la realidad, pero claro… reales o no, esos pensamientos configuran nuestro propio mundo y realidad que es la que más nos importa. Por tanto, si somos capaces de controlar esos pensamientos podemos tener la realidad que más nos guste, y créanme, significa el mismo esfuerzo ocupar la mente en pensamientos positivos como negativos.

Decía Henry Ford que “tanto si piensas que puedes, como si piensas que no puedes, estás en lo cierto”. Si pensamos que somos valiosos y fuertes, nos haremos más fuertes, y si pensamos que valemos poco y somos débiles, terminaremos siendo así.

Nuestro «Pepito grillo» puede ser peligroso.

Si en nuestro diálogo interno nos hacemos preguntas o afirmaciones del tipo “todo me sale mal”, “siempre me tiene que ocurrir a  mí”, etc., nunca encontraremos una respuesta positiva ni una solución, al contario, nuestra mente terminará respondiendo que “todo te sale mal porque no vales para nada”, de tanto repetírselo habremos terminando convenciendo a nuestra mente de eso, nos sentiremos peor que antes y estaremos mucho más lejos de encontrar la solución.

El diálogo interno se refiere a las conversaciones que tenemos con nosotros mismos, a esa vocecita que continuamente nos habla dentro de nuestra cabeza (utilizamos el diminutivo porque no es estruendosa pero si constante e implacable), en realidad se trata de dos vocecitas: una habla o pregunta y otra responde, una en positivo y otra en negativo, incluso a veces una actúa como si fuese otra persona.

No te confundas, no eres REALISTA eres NEGATIVO

Los pensamientos negativos no son fáciles de combatir, primero porque negamos su existencia diciendo que no es negativismo sino realismo, es poco inteligente engañarse a uno mismo, segundo porque suele ser una excusa para no tomar ninguna decisión o para quedarnos sin hacer nada o hacerlo parcialmente.

Es lo que Anthony Robbins llama las malas hierbas. Nosotros elegimos como tener el jardín, cuidado y con flores o lleno de malas hierbas. Las malas hierbas siempre van a existir, forman parte de la vida, ignorarlas o enfadarnos por su presencia no va a cambiar nada las cosas, la solución está en cuidar las flores, estar atentos a las malas hierbas y arrancarlas cuando sea necesario.

Por tanto, en primer lugar hay que aprender a reconocerlas, estar atentos a esos pensamientos negativos que ocupan el 80% de nuestro diálogo interno, tomar conciencia de que insistiendo en esos pensamientos nos hacemos daño. Hay que tener en cuenta que aparecen una y otra vez de manera silenciosa, sin avisar, cuando nos queremos percatar ya suelen llevar un rato con nosotros. Llegados a este punto podemos pasar a la acción o si la solución está verdaderamente fuera de nuestro alcance, arrancar las malas hierbas.

La clave son las preguntas que nos hacemos

Antes de pasar a la acción debemos hacernos las preguntas correctas para encontrar la solución y tomar decisiones, en definitiva convertir el problema en una oportunidad o aprender de la experiencia. Las preguntas correctas nunca deben provocar emociones negativas, si no son incorrectas, siempre tienen la característica “¿Qué puedo hacer…?”, “¿Qué he aprendido de…?”, “¿Cuál es la parte buena de todo esto? o afirmaciones del tipo “voy a hacer…”, “yo soy…”, en definitiva aquello que nos fortalezca, nos de mayor control de la situación y nos ayude a avanzar.

Hay que romper el círculo vicioso

Si por el contrario la solución no está a nuestro alcance, debemos arrancar las malas hierbas, es decir cambiar la pauta de pensamiento y dejar de atormentarnos porque no nos ayudará en nada, es más, probablemente cambiando la pauta logremos ver un atisbo de solución donde antes no la había.

Cada uno debemos buscarnos nuestra propia forma, técnica o truco para cambiar y romper la pauta, para algunos bastará con una afirmación del tipo “Aquí quien manda soy yo”, “soy dueño de lo que pienso”, etc., para otros será necesario cambiar de actividad, distraerse por un momento, cambiar de lugar,… Algo parecido, o lo mismo, que cuando tenemos un pensamiento o una idea obsesiva que no nos deja dormir, lo mejor para romper la pauta es levantarse, tomar algo, leer un rato o dejar la mente en blanco si se conocen algunas sencillas técnicas de relajación.

Por tanto, recordad la importancia de diálogo interno y estar atentos para no dejarse llevar, ya que nos afecta e influye más de lo que imaginamos. Depende de nosotros que lo utilicemos a nuestro favor o para generar creencias limitantes y hacernos auto sabotaje. Empecemos por una primera pregunta ¿Qué tienes en tu cabeza? ¿Ángeles o demonios?

Antonio Calvo
Socio – Director General
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